La indolente consulta de ideas del PNV ha derivado en un pseudo-concurso de
popularidad entre proyectos que, en muchos casos, resultan innegociables para
las vecinas y vecinos.
Cuando en 2016 el PNV lanzaba su
consulta sobre el presupuesto bajo la etiqueta de “presupuestos participativos”
pocos veíamos el riesgo que suponía someter a votación las ideas sin debate ni deliberación
previas. De aquel primer ejercicio aún recordamos algunas “curiosidades” del
resultado final: proyectos que habían sido excluidos en un primer momento y que
después resultaron elegidos, o proyectos tan ambiguos que tampoco se sabía lo
que se votaba, fueron algunas de las perlas resultantes de un proceso lleno de
lagunas, más destinado a justificar decisiones del PNV que a fomentar la
participación de la ciudadanía.
Sin embargo, he de decir que ni tan
siquiera yo esperaba el esperpento que se está cursando este año. Como ya
indicamos en 2017, estos procesos no pueden llamarse Presupuestos
Participativos, porque no cumplen la abrumadora mayoría de características que
se les supone. Esto lleva a que el sentimiento general sea de frustración y
desencanto, y a desconfiar en todo aquello que llegue desde el Ayuntamiento.
Pero este nuevo proceso en el que el PNV ha sumergido a las vecinas y vecinos,
no sólo está generando de nuevo desconfianza hacia la institución, sino que
está enfrentando a las vecinas y vecinos en torno a las propuestas que salen a
votación. Y esto sucede principalmente por dos cuestiones clave: la opacidad
del proceso, y la falta total de deliberación.
En primer lugar, este concurso de ideas
al que el PNV tiene la osadía de llamar presupuesto participativo, carece de
cualquier control de la ciudadanía. Una vez más, a las vecinas y vecinos se les
pide que depositen sus ideas o necesidades de cara al presupuesto en una urna y
que realicen un acto de fe. Y digo acto de fe, porque la criba de las ideas la
realiza un equipo de técnicos dirigidos por cargos políticos del PNV
exclusivamente, sin ningún otro grupo político, y por supuesto sin control
ciudadano. Depositas tu idea, y varios meses después el Ayuntamiento devuelve
un listado de propuestas “válidas” agrupadas en torno al programa electoral del
PNV. Esto no es nuevo, ya se hizo en el anterior proceso, sin embargo la cosa
empeora cuando el equipo de Amaia Del Campo pretende hacer creer que en esta
ocasión realiza un 2 por 1, y justifica así sus decisiones de lo que queda de
legislatura.
Y en segundo lugar, y bajo mi punto de
vista el más importante, la falta de deliberación pública está consiguiendo que
el proceso de este año esté confrontando a vecinas y vecinos, incluso a
barrios, porque quien más votos recabe, verá en teoría su proyecto cumplido.
Hago un inciso para aclarar que los procesos de participación ciudadana se
basan en el debate público, la deliberación y la búsqueda de consensos; se
trata de decidir y buscar entre todas las personas participantes las mejores
decisiones. Y bueno, vista la revista especial de Info Barakaldo (48.000€ al
año dedicados a blanquear la política municipal), está claro que lo que está
consiguiendo es enfrentar a la ciudadanía.
Veamos algunos ejemplos. Elijamos un
proyecto por bloque. ¿Cubrimos el frontón de Llano, o instalamos un parque
multi-deporte en Rontegi? Con esta metodología, en teoría se priorizará al que
más votos obtenga. Ese será el único baremo que determinará qué se hace primero
o qué se deja de hacer. No habrá un debate público sobre cuál de estas dos
acciones es prioritaria para la ciudad, o cuál de estos dos barrios tiene mayores
necesidades. El que más votos consiga, será el primero en la lista. Otro
ejemplo, ¿mejoramos el alumbrado en Desertu o en Gurutzeta? ¿Ponemos un parque
en Zuazo o en SanVi? ¿O cubrimos primero el patio de Bagatza o el de Rontegi?
Lo único que determinará quién será el primero en la lista será el número de
votos. No habrá un debate ni una reflexión colectiva sobre la situación del
alumbrado en determinadas zonas, o sobre el contexto de cada centro escolar.
Sólo falta Amaia Del Campo haciendo de Mercedes Milá con la célebre frase
“¡cerramos los teléfonos!”, que suponía el fin del plazo para decidir a qué
concursante se expulsaba del Gran Hermano.
Si la supuesta participación ciudadana
se ha reducido a su mínima expresión, acumular “Me Gustas”, el resultado ya nos
lo sabemos: cabreo, frustración y enfrentamiento. Eso sí, salga lo que salga,
el PNV estará supuestamente legitimado para priorizar una u otra obra.
Eder Álvarez Rivera, portavoz de Irabazi
Barakaldo
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