El 20 de junio del 2017, el colegio La Milagrosa tuvo sus
pasillos llenos de vida por última vez: se echaba la persiana a un colegio con
62 años de historia. Las causas y los responsables fueron diversos.
La Milagrosa cerraba, y lo hacía por una situación recurrente
en los últimos años, ya que las exigencias económicas de la Fundación Miranda y
las posibilidades del colegio no terminaban de encajar. A esto se le unió la
dejación por parte de las Hijas de la Caridad que, a pesar de ser las
titulares, llevaban años encargándose solamente de la relación con la Fundación
(aunque toda la responsabilidad de la gestión recaía en la dirección del
colegio).
La comunidad educativa buscaba soluciones y lo que se recibía
por parte de quienes podían dárselas, era poca claridad y mensajes
contradictorios. Kristau Eskola dió un paso atrás; Ikastolen Elkartea se
ofreció como marco. Pero para ello, las familias y profesorado tenían que crear
una cooperativa, sobre la que no facilitaban ningún asesoramiento ni
información de las condiciones en las que se debía crear. El Gobierno Vasco,
con el amparo del PNV de Barakaldo, se ponía de perfil y ofrecía como única
solución la reagrupación de todo el alumnado en el colegio de Rontegi, creando
incertidumbre tanto en las familias de La Milagrosa, como en las del propio
colegio de Rontegi. Un centro que se veía incapaz de asumir el previsible alto
número de matrículas en sus insuficientes instalaciones. El PSE se dedicaba a
responsabilizar a la alcaldesa, olvidando que durante más de 30 años habían
tenido un alcalde de su partido sentado en el Patronato de la Fundación Miranda
y nunca solucionaron este problema. Todo ello, mientras votaban en el Pleno en
contra de propuestas como la publificación, junto a PNV y PP.
Entretanto, desde Irabazi, íbamos presentando distintas
propuestas para desbloquear la situación, en función de los tiempos y la
urgencia, buscando soluciones extraordinarias para ganar tiempo, poder
reflexionar y encontrar salidas consensuadas a más largo plazo. Hemos vivido
situaciones absurdas como el haber planteado en enero la reubicación temporal
en el edificio de Minas, recibir la reprimenda pública en medios de
comunicación de la alcaldesa por ser supuestamente inviable, y cinco meses
después hacer ella la misma propuesta (seguimos esperando sus disculpas).
También trabajamos conjuntamente con EH Bildu (tanto en
Barakaldo como en el Parlamento Vasco) y con nuestro Grupo Parlamentario
Elkarrekin Podemos. Pedimos al Departamento de Educación del Gobierno Vasco la
publificación del centro ante la urgencia de una solución y para resolver el
problema de su titularidad, debido a que el periodo de matriculaciones estaba a
punto de cerrarse.
Finalmente, el colegio cerró y desde el PNV se responsabilizó
a las familias y comunidad educativa por no crear esa cooperativa sobre la que
nadie les daba garantías; disgregando a más de 300 alumnas y alumnos, saturando
más el mapa escolar de Barakaldo, sólo aliviado por quienes eligieron centros
fuera del municipio y mandando al paro a 39 personas.
Mientras tanto, la Fundación Miranda alegaba velar por sus
intereses: exigía un pago de 250.000 euros para paliar las necesidades
económicas que sufría, rechazando los 100.000 que el colegio ofrecía. Solo 2
patronos votaron a favor de la continuidad del colegio.
En cambio, el malestar entre las familias de residentes y el
personal laboral de la Residencia Miranda era manifiestamente creciente por las
fuertes subidas de tasas a los residentes (rondando los 3000 €/mes), la bajada
en la calidad de los servicios, el recorte de personal y el retroceso en las
condiciones laborales. Cada vez eran más las voces que se alzaban criticando el
alejamiento de la Fundación Miranda de su objeto fundacional y más las
evidencias de que no eran meras habladurías. Muchas éramos las personas que,
ante tantos argumentos, no entendíamos la postura ante la situación de La
Milagrosa ya que, para una “empresa en dificultades”, siempre será mejor
100.000 que 0.
Tras un año del cierre del colegio y la pérdida de esos ingresos
para la Fundación, se van confirmando los peores augurios. Las quejas en la
Residencia van en aumento, nadie entiende que la subida de tasas vaya aparejada
de pérdida de calidad de los servicios, especialmente en cuanto a alimentación.
Ha sido un año de despidos, algunos de personas muy apreciadas, con larga
trayectoria y que han sido críticas con la gestión actual. De peor atención a
las personas residentes a cuyas familias no se les escucha ni se les dan
respuestas. Así lo expresa Miranda BABESTU, asociación de familiares de
residentes. Un año repleto de dudas y diversidad de opiniones sobre la gestión,
sin transparencia para aclararlo.
Más alarmante se vuelve la situación, cuando el vicepresidente
del Patronato, Alberto Echevarría, firma un editorial en la revista de la
Fundación, cuestionando la mejora de las condiciones laborales de las
trabajadoras de residencias, responsabilizándolas de las “futuras” subidas de
precios que tendrán que hacer frente las personas residentes. El vicepresidente
de una Fundación Sin Ánimo de Lucro, con todo lo que ello supone, y que es la
más cara con diferencia de todo el municipio.
Y, como último hecho importante, el Protectorado de
Fundaciones del Gobierno Vasco ha cuestionado en un informe que la Fundación
Miranda esté cumpliendo el objeto fundacional, así como diversos puntos del
Plan de Viabilidad aprobado por el Patronato. Tendremos que esperar a la
respuesta que se da en el plazo previsto, pero el informe del Protectorado deja
a las claras que la deriva de la Fundación es cuanto menos cuestionable.
Algunos deberían reflexionar sobre los motivos que están llevando a una
Fundación que era motivo de orgullo para toda la ciudadanía barakaldesa, a
convertirse en fuente inagotable de conflictos y sospechas. Ya va siendo hora
de poner luz y taquígrafos sobre un patrimonio de todas.
Ramón Sánchez Reinoso, concejal de Irabazi Barakaldo
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